La palabra reiki se conforma de la partícula Rei, que se refiere a la energía universal y Ki, que alude a la energía vital particular de los seres vivientes, lo que no es más que una individualización de la energía universal.
Desde esta visión, toda enfermedad o dolencia se debe a una desarmonía entre la vibración personal y la fuente de la energía universal. Más allá de las complejidades del sistema armonización Reiki y sus distintos niveles, el Reikista trabaja como un simple canal de la energía universal, transmitiéndola través de la imposición de manos sobre ciertos puntos energéticos del cuerpo. Desde allí, la energía actúa por sí misma, fluyendo a través de los canales energéticos del cuerpo y llegando donde se encuentran las disfunciones, ajustando la vibración. El paciente es quién se cura a si mismo, con el poderoso apoyo de la energía del universo. El efecto final de la recepción de la energía Rei en el paciente, es la que facilita que este haga circular fluidamente su propio Ki, con la cantidad y calidad necesarias para que pueda vivir saludablemente.
Así, el paciente logra la reconexión con la Energía del Universo, armonizándola con su propia energía vital; con lo que consecuentemente se originan procesos de revitalización física, mental y emocional, que dan lugar a un estado de bienestar general y de salud.
Tal vez el gran poder y efectividad de esta técnica residan en su sencillez, ya que el reikista intenta “interponerse lo menos posible” en el sabio fluir de la energía universal a través de él como canal y hacia el paciente. Es aquí donde dar y recibir se confunden, y el acto de sanar es un momento de unidad y amor, más allá de la acción de un individuo hacia otro.