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"¡No corras, ve despacio,
que adonde tienes que ir es a ti solo!
¡Ve despacio, no corras,
que el niño de tu yo, recién nacido, eterno,
no te puede seguir!"  J. R. Jiménez
Las flores del desierto - Diálogos del Alma, por Sergio Sinay

Flores en el Desierto - Sergio Sinay

A continuación publicamos una de las consultas dirigidas a Sergio Sinay en su columna semanal "Diálogos del Alma" del Diario La Nación:

Señor Sinay: Coincido con usted en que el enamoramiento debe dar paso al amor para que una pareja se consolide como tal. Y que, como su nombre lo dice, la pareja se hace de a dos, no es un amor unilateral. ¿Pero cómo se hace para no vivir en la fantasía de un amor unilateral, cómo se puede intentar construir un verdadero amor, si la muerte se ha llevado al ser amado y se vive amando y aferrado a esa dolorosa ausencia?

                                                               Amalia Olleta

Se cuenta que un monje zen lloraba sin consuelo ante la tumba del que había sido su maestro, quien acababa de morir. Alguien que lo observaba se sorprendió, pues entendía que el monje estaba preparado espiritualmente para afrontar con serenidad una situación como aquella. Se acercó y le dijo: "Se supone que una persona de tu condición, un monje, comprende estos trances, ¿cómo es que lloras de esa manera?". El monje se volvió con lentitud y respondió "Lloro porque estoy muy triste".

La tristeza es parte de la vida, aunque pretendamos vivir asidos a la diversión, a la alegría, a la ausencia de dolor. La negación de la tristeza no la eliminará de nuestra existencia pero acaso nos deje sin recursos para afrontarla y para comprenderla. Una de las principales fuentes de dolor, como bien apunta el poeta, escritor y maestro de meditación Stephen Levine en ¿Quién muere?, reside en la resistencia a comprender que la vida es cambiante, que nada permanece para siempre, y en la ligazón a veces desesperada a las cosas temporales y a las materiales (entre las cuales me animo a incluir a las personas, a quienes se suele tomar como posesiones, aun en nombre del amor). El dolor, dice Levine, proviene de nuestra lucha por resistirnos a un cambio, por detener los hechos en un punto y fijarlos ahí.

Según este pensador, ese apego suele impedir que nos abramos completamente a la experiencia del amor. Tanto tememos perder a un ser querido que ponemos más fuerza en proteger al vínculo de las vicisitudes de la vida que en sumergirnos en la vivencia hasta el punto en que, si un día ésta termina por motivos ajenos a nuestra voluntad, quede en nosotros el aprendizaje del amor compartido, esa experiencia que nos transformó, que será imborrable e innegable y que, más allá de las circunstancias, le habrá dado sentido a nuestra vida. Ante las pérdidas que afectan una relación significativa, como la que menciona nuestra amiga Ama, cabe esta pregunta: ¿Si tuviéramos la posibilidad de volver a vivir la historia sabiendo que se repetirá exactamente igual, con el mismo final, lo aceptaríamos? O ésta: ¿En vista del dolor por la pérdida, hubiéramos preferido que esta relación no formara parte de nuestra vida? La respuesta es personal, pertenece a cada quien. Sólo tiene un requisito previo: necesita de un duelo.

En términos sencillos, un duelo es un proceso por el cual llegamos a aceptar lo irreversible y a valorar aquello que lo vivido dejó en nosotros. Eso que ya nos constituye y que, por lo tanto, no se pierde. La gran psicoterapeuta y escritora vienesa Elisabeth Lukas, autora de En la tristeza pervive el amor, ve cuatro pasos en ese proceso: 1) el retiro hacia la calma, en el cual se apagan las voces externas y se necesita de silencio; 2) el enfrentamiento con la situación, la comprobación de que, pese al dolor, el mundo sigue andando y nos esperan tareas significativas; 3) el abandono de preguntas que confunden y no tienen respuesta ("¿por qué a mí?", "¿quién tiene la culpa?") para abrir otras, con las que se puede vivir ("¿de qué me sirve esta experiencia?", "¿cuál es el sentido que puedo advertir en este sufrimiento?"); 4) la intensificación de la espiritualidad, no necesariamente con un formato religioso sino como comprensión de que la trascendencia va más allá de la mera experiencia física y material.

Si bien un vínculo necesita de la presencia física como una de sus raíces iniciales, cuando ha sido compartido, cuando se ha vivido en un proceso de cooperación y reconocimiento mutuo, no se cierra con una ausencia física forzosa como la provocada por la muerte. Continuará en lo aprendido durante la relación, en la memoria emocional y afectiva y en el agradecimiento por lo recibido. "No olviden de dar las gracias, dice Lukas, porque nada es merecido, todo es y ha sido un regalo". Y cita estas palabras del pastor alemán Hermann Traub: "Sólo quien ha atravesado los silenciosos valles del sufrimiento puede deleitarse con las flores del desierto". Como todas las flores, también éstas vienen a confirmar la continuidad de la vida y a recordar que seguir sembrando es el mejor homenaje a lo que fue.

Autor: Sergio Sinay
Sitio web:
www.sergiosinay.com
Mail: sergiosinay@gmail.com



Comentarios: (nota: se muestran primero los comentarios más recientes)
  1. ruth   11-12-2011 10:43hs - país: Argentina
    quisiera saver el nombre de una flor del desierto , nose como enviarles la foto.
  2. elba salguero   12-06-2011 19:08hs - país: Argentina
    Sr.Sinay: Hace poco mi hijo Facundo de 32 años se acostó a dormir y nunca despertó, sano, fuerte, lleno de vida, deportista,n unca habia fumado,ni bebido, sano, bueno. Los medios de comunicación luego de alguna muerte súbita de alguna persona famosa, analizan como prevenirla! que insulto para los que la sufrimos, vivo llorando pensando que lo pude haber salvado, que si sufrió al morir, que yo tuve la culpa, que porqué no me di cuenta si algo estaba mal? me hago tantas preguntas! es la existencia absurda? para que estamos acá? nadie decide nacer o morir, dejamos que la monotonia nos invada dia a dia o los vivimos plenamente como si fuera el ùltimo, no se que hacer. Planes, proyectos, politicas que dañan al ser humano, no se piensa que quiza mañana no estemos? Ya no le encuentro sentido a la vida, no nos damos cuenta cuando nacemos, será asì cuando morimos? tengo miedo, y a la vez quiero morir, quiero estar con mi hijo, le hablo, le escribo, mi herida sangra, pero igual a veces sonrio, también quiero vivir y estar con los que están y amo! porqué? no entiendo lo que me pasa. Gracias, Elba.
  3. Maristela   06-02-2011 18:09hs - país: Uruguay
    Todo es muy cierto.
    Pero así como se habla del umbral del dolor físico, en ciertas enfermedades: más allá del cual a la persona literal y realmente, le resulta imposible seguir sufriendo... / "Hoy existen calmantes tan fuertes, que nadie padece ya esta clase de excesivo dolor físico."
    Tal vez para los dolores y tristezas del alma, existen también paliativos... No obstante el Dr. Bach, cuando descubre las esencias florales; reconoce, en sus conferencias, -ante médicos tradicionales-, que mucho peor es el sufrimiento emocional-mental, que el dolor puramente físico.
    Frente al duelo y las pérdidas, -del tipo que sean-, yo me pregunto si acaso no existe también un umbral, (o sentimiento límite), momento en el cual uno se pregunta, si realmente soportaría "una pérdida más"... hoy, aquí y ahora.
    Me consta que la vida nos coloca en situaciones límites, para obligarnos a reconocer nuestras verdaderas fortalezas.
    "Si la vida nos pone a prueba, Dios nos da la fuerza, el valor y la habilidad para superarla."
    Pero muchas veces somos conscientes de 'estar al límite'.

    Al decir de la Madre Teresa de Calcuta, Dios es a veces demasiado exigente, con aquellos que siente están más capacitados, para servirle: "Sólo espero que no confíe demasiado en mí..." - confiesa la santa, consciente de sus capacidades y de sus limitaciones por igual.
  4. clara   02-02-2011 19:32hs - país: Argentina
    buenisima la nota...muy interesante y ahora reflexionar.felicitaciones. si tenes algun libro escrito para recomendarme por favor pasame el titulo,un abrazo y mil gracias. clara.
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