¿SOMOS LIBRES?
Por Donca
“La verdadera libertad y el final del sufrimiento estriban en vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que sientas o experimentes en este momento…” (Etkart Tolle – “El Silencio habla”)
En la obra de Antoine de Saint-Exupéry, el zorro le dice al principito “sólo con el corazón se ve correctamente; lo esencial es invisible a los ojos”. Y quizás porque la “libertad” sea un bien esencial entre nosotros, la enseñanza de aquel zorro sabio sea de gran valor para considerar el grado de libertad que nos adjudicamos en estos tiempos.
¿Somos en realidad “libres”, o existen cadenas que conciente o inconcientemente nos atan e igualmente nos proclamamos “libres”?
Muchas veces lo que vemos no es la realidad. Puede ser una parte de la realidad, un reflejo, o bien sólo una sombra. Pero no la realidad (aclaramos que hablamos de realidad en términos de la dimensión de la forma, que en verdad siempre es una "ilusión"). Y es que muchas veces no estamos atentos, y un gran número condicionamientos y hábitos que hemos venidos internalizando durante largo tiempo nos dificultan estar atentos y alertas y ver con claridad.
Pongamos a prueba nuestra “visión” con un pequeño ejercicio. Abra todos los dedos de una mano y ponga esa mano frente a sus ojos. ¿Qué número puede “ver” en esa mano con todos los dedos abiertos? Es más que probable que su respuesta sea el número “5”. Y si… hay 5 dedos. Pero si agudizamos nuestra atención, observaremos que entre cada dedo hay un espacio, que en total suman 4 espacios. Una mano abierta nos muestra 5 dedos y 4 espacios, y por lo tanto el número que representa esa mano es el “9”
Ahora volvamos a nuestra pregunta: ¿Somos en realidad libres? Con los ojos sólo podremos reconocer a la libertad del hacer, o a la libertad de acción. Y desde esa perspectiva muchos podrán dar una respuesta afirmativa.
¿Podríamos afirmar que somos libres sólo porque “hacemos”?
Al igual que nuestro ejemplo, creo que el “hacer”, no es esencialmente “libertad”. Aun cuando hagamos o nos movamos, la verdadera libertad está en el “Ser”. El “hacer” libre es el reflejo de un “Ser” libre. Y al revés, quien en su “Ser” está encadenado, vivirá su “hacer”, preso. Podrá moverse e ir muy lejos, pero siempre estará en el mismo lugar.
En otras palabras, la libertad esencial, en tanto repercute en la libertad de hacer, no está fuera sino dentro de cada uno. Es la libertad del Ser, que no puede verse con los ojos.
¿Cuántas cosas o situaciones nos encadenan en nuestra vida cotidiana, aunque quizás sean aspectos intangibles? ¿Cuántas cosas, emociones o situaciones nos esclavizan?
Pensemos en las adicciones. Pero no sólo en el tabaco, en el alcohol o en la droga. Una mirada más fiel, debería ser conciente que existe la adicción al trabajo, a la televisión, al entretenimiento, a la familia, a los placeres. Consideremos la cárcel que implica la acumulación de riqueza, lo que sucede cuando somos presos de querer más y más, o de ser prisioneros de creer que siempre nos falta algo, o que sólo seremos felices y completos cuando tengamos tal o cual cosa, trabajo o cargo o situación. La prisión de la queja. De lo que nos falta.
Encarcelados en los dominios del consumo a ultranza, verdugo implacable. Presos de lo que dirán, de lo que debería hacer o de lo que hago aunque no quiera. Secuestrados por la cultura de la apariencia, del pertenecer, del poseer, del poder (sea político, empresario o el de padre de familia), porque en esos estados encuentro la idea de ser el mejor, de ser más.
Presos del ego. Del apego, y de la resistencia.
Esclavos del tiempo. Aunque muchas veces ni sabemos dónde vamos, tenemos que ir rápido. Nos atamos en el apuro, y una sociedad apurada, intoxica (a-puro= sin pureza).
Prisioneros de la impaciencia, de la vanidad, del rencor, de la intolerancia, del resentimiento, de la envidia, del odio y de la venganza. Del prejuicio.
Muchas veces sin darnos cuenta somos marionetas con comportamientos, sentimientos y actitudes mecánicas. Presos del vacío interior, por no saber abrirnos. Secuestrados por el miedo, la ansiedad, y la autoexigencia. Por el parloteo incesante de la mente que no podemos callar, que hacen de nuestra alma, lejos de un estanque apacible, un mar revuelto. Estamos más absortos en el medio (por ejemplo el teléfono celular con MP3 y cámara de fotos) que en la finalidad de ese medio (comunicarnos). Privados de estar comunicados, aunque aptos de estar “contactados”. Y así, mientras la tecnología acorta la distancia, tristemente a menudo creamos cada vez menos cercanías. Y nuestra libertad es cada vez más elemental.
Abolida la esclavitud, aún somos esclavos porque somos dependientes de nuestro afuera. De lo que los demás hacen o no hacen, dicen o no dicen; de una cultura de la apariencia.
En este marco ¿Somos libres de “elegir” de entre varias alternativas, la mejor? “Tenemos” libertad pero no “somos” libres.
Dice Anthony de Mello que básicamente nos atan seis tipos de cadenas:
1) Lo que primero que nos impide ser libres radica en la experiencia del pasado. Esto es muy fácil de entender: una mujer que ha sido molestada sexualmente, tiene miedo de todos los hombres. Un hombre injustamente acusado y despedido del empleo corre riesgo de empañar su vida futura de amargura. De ahí, que lo primero que nos impide ser libres son las experiencias del pasado.
2) Otra cadena que nos ata son las buenas experiencias del pasado. Es el peligro de la añoranza que dirige su presente.
3) La ansiedad y el miedo al futuro es otra celda. Ello crea resistencia.
4) Otra cadena tiene que ver con el futuro: la ambición. Tener aspiraciones es maravilloso. Pero estar esclavizado por la ambición es terrible. Las personas esclavizadas por la ambición apenas viven. Es lo que también se conoce como el apego al resultado.
5) La cadena siguiente es el apego a las cosas presentes. Queremos poseer cosas, personas y no separarnos nunca de ellas. Nos volvemos dependientes y perdemos libertad, y frecuentemente tampoco dejamos que esas personas sean libres.
6) Y por último la que Mello considera la peor de las tiranías: la prisión del ego.
Explica Roberto Pérez, que una persona es libre cuando su elección y dedicación está en orden a su plenitud personal. Así, si bebo de más, fumo, o me drogo porque soy “libre”, afecto mi salud, y ya no soy libre. Si conduzco a alta velocidad, sin que pueda controlar el auto, pongo en riesgo mi vida y me hago esclavo de la velocidad. Si un funcionario decide algo que va en contra del bien común o en contra de lo que debe hacer, por acción u omisión, está preso de su “poder”, de su ego y de su ambición.
Muchos jóvenes, vulnerables en sus búsquedas, caen en la masificación y esclavitud por ejemplo de las marcas, y su opinión, presa del desinterés. Y si a alguno del grupo se le ocurre pensar distinto a los demás, y no lo expresa por temor a la desaprobación, es otra persona sin libertad.
El individualismo y el egoísmo son cadenas de nuestra naturaleza como seres humanos. En el primer caso la libertad no está en función a la unidad, y en el segundo no lo está en favor de la generosidad. Y, si la verdad nos hace libres, la mentira cotidiana encarcela a muchos.
¿Somos realmente libres?
Lo que llamamos “libertad” en los albores del siglo 21 parece ser sólo una túnica debajo de la cual se esconde el ser humano encadenado; una esclavitud que no se ve con los ojos, y que es tan silenciosa como perversa.
Al decir de Roberto Pérez, dos serán los caminos obligados: la educación (que no es la instrucción de los colegios ni entrenamiento de las academias, sino formación para la trasformación). Y la espiritualidad (que no es religión, sino un camino hacia el interior).
Dice Mello que espiritualidad “es estar despierto. Es nunca estar a merced de acontecimientos, cosa o persona alguna. Es haber hallado la mina de diamantes “dentro” suyo”.
Con meridiana lucidez nos explica Deepak Chopra, que cada uno de nosotros es un “ser” humano; no un “hacer” humano ni un “tener” humano. La libertad del “ser” humano es parte de la transformación que estamos viviendo.
La libertad es poder sentir y expresar el YO SOY. Es vivir desde la Conciencia y no desde el ego.
La libertad es saberse amo de la mente, y no su sirviente. Quien se sabe libre no se identifica con lo que le pasa o no le pasa en el ámbito de las formas. Sabe que no es lo que le pasa, ni lo que tiene, ni es sus creencias limitadoras ni hábitos; él es sólo el observador. Sin apegos, ni rótulos o juicios. Se sabe el soñador, y no el sueño, ni su personalidad, ni su cuerpo. Sabe que está en este mundo, pero que no es de aquí.
Quien es libre vive desde el amor porque sabe que esa frecuencia es la vibración del Poder que naturalmente le ha sido adjudicado. Y desde el amor se sabe creador de su realidad y de las de los demás. No espera resultados. Busca la abundancia en su corazón, la sabe ver en todo y todos, y la siembra o ayuda a sembrarla para el bien de los demás.
Libre es quien sabe que la alegría proviene de su interior. Le es innata, y la proyecta a lo que hace o tiene, y no al revés. Entonces sabe que su alegría ya no depende de nada. Y sólo ES. Es gota, y es océano a la vez. Es libre quien se permite, porque sólo así experimenta. Quien está alerta y atento porque sabe que siempre pasa algo. Tiene valor, audacia y no duda. Es libre quien logró despegarse de su pasado, y no depender de su futuro, y sabe que sólo existe este ahora, y que lo vive como tal. Es libre quien acepta cada situación como si la hubiera elegido (sabiendo que de hecho es así). Quien es libre sabe que no está solo, que nada lo hace por si mismo, que nada es casualidad. Sabe que hay un Plan Mayor, del cual es únicamente un canal. Es libre quien agradece y sabe el valor de sus palabras. Sabe que la muerte no es el final, sino otro principio, porque la vida es eterna.
Ser libre es experimentar la dicha y el gozo de todo esto.
Autor: Donca
- Guillermo
28-01-2012 09:47hs - país: Perú
muchas gracias x compartir esto, encontré las palabras que buscaba! - MARIA
23-11-2010 22:55hs
EN ESENCIA SOMOS LIBRES. NUESTRAS CREENCIAS NEGATIVAS Y CONDICIONAMIENTOS SON LA CARCEL, Y EL EGO EL CARCELERO... NUESTRA LIBERTAD ES RECONECTAR CON LA FUENTE....GRACIAS DONCA!!! MUY LINDO!!!! - MARIAP
04-10-2010 21:53hs
PUES ESTA GENIAL CHA LA VERDAD ES QUE TE DA UN MOMENTO DE FELICIDAD CUANDO TE SIENTES ABATIDO POR LOS PROBLEMAS QUE AVECES TE DA LA VIDA PERO SABER COMPRENDERLOS BIEN ES MEJOR. GRAX CARLOS TKM - ricardo
28-09-2010 10:06hs
Tu tercer ojo se abre Donca. Te expandís. Y nos hace bien. Nos hace falta. Gracias. Con mi mujer queremos leerte en otros temas. Como podemos? Donde? No dejes de decir. Ricardo - Maristela
08-09-2010 10:28hs
Desde el Movimiento de Encuentro Matrimonial, surge un sacerdote: el Padre Pablo Fuentes, cuyos conceptos de necesidades, valores, y por consiguiente sentimientos acordes a esas necesidades, son esclarecedores, y aportan una visión conjunta, desde una sicología espirtiual práctica.
Él denomina a la libertad "Autonomía", y explica claramente las diferencias, y pormenores.
Encuentran material escrito por él, -Padre Pablo Fuentes,- en su página Hogares Sanos y Apacibles: "Ho.S.A." -
AUTONOMÍA
NECESIDAD DE AUTONOMÍA: Es una necesidad personal, que siente cada uno de vivir de acuerdo con sus propias leyes.
Auto-nomía: cuando creamos nuestras propias leyes.
A-nomía: cuando vamos por la vida sin ley. Nuestra ley es lo que nos gusta o lo que nos da placer. Si nos gusta lo tomamos, si no lo tiramos. La anomía se percibe cuando, ya jóvenes, seguimos siendo caprichosos: esta característica denota una gran inmadurez.
No somos personas autónomas, si no nos forjamos nuestras propias leyes.
Grupo-nomía: es la actitud del adolescente, que rompe con la familia y cae en el grupo. El grupo pone las leyes: ?...¡si todos lo hacen!? Invocan la libertad para hacer lo que hacen los amigos de su grupo. No se puede pretender que un adolescente no tenga su grupo. El grupo va a influir en él, y si es muy distinto a los demás, si tiene una conducta más personal, lo marginan. Entonces no debe quedarse solo, debe buscar alguien que piense como él.
Etero-nomía: los demás me ponen las leyes. Me importa, en el fondo, lo que digan o piensen los demás. ¿Qué va a decir la gente? Hacemos las cosas para quedar bien. No me guío por mis propias leyes. Las leyes me las ponen los demás. No me da seguridad. Hacemos las cosas para que no hablen y para quedar bien con todos, y a veces no resulta. ¡No me importa lo que piensen! No me importará lo que piensen algunos, pero ciertas personas sí me preocupan. ?No voy a quedar mal? y hago lo que no quiero para que no hablen. Por querer quedar bien con todos... me sale mal y es peor. No soy autónomo; no soy libre de actuar según mis propias leyes.
Autonomía: El autónomo busca vivir de acuerdo con sus principios y a lo que piensa; de acuerdo a los valores que ha elegido para su vida. Eso lo hace ser una persona libre y le da seguridad.
La autonomía es un poco saber dónde estoy parado, porque tengo coherencia con el sentido que quiero dar a mi vida. Vivo de acuerdo con lo que pienso.
Compensación de autonomía: La compensación más frecuente es la independencia, y por ende la dependencia. Cuando estoy demasiado dependiente de alguien y lo tengo que consultar por todo, (por ejemplo al sicólogo), no estoy funcionando con autonomía. Consultarse dentro de la pareja está bien; no tengo que ser independiente, pero tampoco de forma que uno anule al otro.
No es autónomo el que tiene miedo, que al dialogar las cosas, el otro le cambie el esquema. Entonces no dice nada, lo da por hecho. Y se piensa que es una persona muy libre, pero no, porque tiene miedo a contrastar su opinión con la del cónyugue o la de su familia. Entonces los hechos hablan de por sí. A veces desde las cosas más pequeñas: ?¡Para qué le voy a decir, si después me va a traer problemas!? Las personas independientes caen en grandes inseguridades pero los demás ni se enteran, ni se lo creen, porque uno resuelve con tanta facilidad las cosas... Pero otras veces uno dice: ?¿Y qué hago? ¿Para dónde voy? ¿Dónde tiro?? Y después esa tensión se puede ir al estómago, al corazón, o a los hombros, la puedo cargar atrás; en alguna parte del cuerpo generalmente pongo todas esas tensiones.
Muchas veces se habla de la independencia como algo bueno, en contraposición a la dependencia. Ni una ni otra me producen alegría, sólo la autonomía es realmente positiva.
A veces hay personas que cuando hablan de independencia, en el fondo están diciendo los conceptos de autonomía; esto es cuando me guío de acuerdo a mis principios. Entonces la persona autónoma no tiene miedo a compartir sus opiniones y recibir las de otro, (se sabe que uno no es completo), porque la seguridad no está en que haga lo que yo quiero, sino en que se haga el bien. Si me guío de acuerdo a mis principios, dejo a un lado lo que a mí me gusta, para hacer lo que es mejor. Si no sería anomía, hacer mis caprichos, y no la verdadera autonomía.
El miedo a consultar las cosas, en el ámbito que corresponda, es por una inseguridad muy profunda que tengo y como no quiero que se vea mi inseguridad, decido solo y ya está. Y después... ¡culpa tuya! ¡Vos lo quisiste así! O sea que por haber actuado tan independientemente, muchas veces nos quedamos solos. ¡Y no estamos hechos para vivir solos! ?No es bueno que un hombre esté solo?, dice la Biblia. Se refiere al matrimonio, pero no sólo al matrimonio; estamos hechos para relacionarnos unos con otros, para vivir en comunión.
También hay quienes evaden sus responsabilidades: ?¡Hacé lo que a vos te parezca!? Nos dejan solos. Y otras veces no quieren involucrarse: ?¡Ya sé lo que me vas a decir!? En la familia, cuando cada uno toma decisiones por su cuenta, y a veces involucrando a los demás, la casa se transforma en un ?hotel barato?. ¿Por qué no tenemos momentos donde podemos dialogar y buscamos juntos qué hacemos? Eso es ser autónomo, mucho más que decidir por su cuenta.
Esto está bastante cuestionado hoy, porque se está fomentando mucho el que ?no puedo ser dependiente? y muchas veces se cae en el otro extremo de ser independiente y no consultar con nadie, ni tampoco contar con nadie.
La persona autónoma tiene sus propias normas y acepta sus limitaciones; como soy un ser limitado estoy necesitado del otro, pero no soy dependiente de él. Somos limitados porque no nos autoabastecemos en nada; no puedo ir por la vida como si los demás no estuvieran. ?Yo hago la mía?, y creerme que eso me va a hacer feliz, es un tremendo error. Lo que me trae la independencia muchas veces, es que se siguen prendiendo las luces rojas. Me veo solo y los demás ?se borran?, no se comprometen conmigo porque yo tampoco los he buscado.
Autónoma es la persona que necesita de los demás. Cuanto más independiente el sujeto, más cree no necesitar de los demás. Y lo peor es que el mundo actual eso lo valora: ?que te cases pero luego sigas independiente como si estuvieras soltero, cada uno por su lado?. ?No vas a depender de tu señora; de tu marido?.
Nos cuesta aceptar que somos limitados, que tenemos carencias: nuestras facultades y cualidades no están desarrolladas a full. Algunas las hemos desarrollado más, incluso exagerado, en detrimento de otras, que aún permanecen en estado latente. Y a veces no nos complicamos en hacer crecer esas cualidades porque como las tiene el otro que está a mi lado... ?Si yo no manejo el tema de los impuestos, lo hace mi marido?. ?Si yo no me entero del asunto de los chicos, igual se ocupa mi señora?.
Así que nos apoyamos en el otro, y no ejercitamos las cualidades de cada uno de nosotros en la medida en que podríamos. Es bueno que nos complementemos, pero siempre que nos vayamos enriqueciendo poco a poco con lo bueno del otro. Esto supone también la aceptación de mi cónyugue, que yo me deje influenciar positivamente por lo bueno que el otro tiene. Cuando la influencia viene del amor, es positiva; cuando viene de una dependencia no lo es. Una persona que me ama, me enriquecerá mi modo de ser persona, si me dejo influenciar por sus cualidades, pero no porque deba hacer lo que ella diga.
Este tema de la autonomía está muy convulsionado hoy día, pues entendemos que la libertad es no tener límites, entonces todos tenemos derechos y los deberes son de los demás. Nada más equivocado: el que hace lo que quiere no es libre, porque es esclavo de sus caprichos, de sus impulsos. La autonomía no es la libertad entendida de ese modo.
Hay limitaciones en mi vida, pues dependo de cosas externas, que puedo aceptar o no y si las acepto no voy a perder mi libertad. Por ejemplo en el trabajo, aún haciendo las mismas tareas, hay personas que las asumen en forma autónoma y otras que las realizan en forma dependiente.
Mucho depende la autonomía de la actitud interna con que se viva. Si yo estoy con mucha bronca por lo que estoy haciendo y reniego porque ?acá uno es un esclavo?, no voy a poder vivir de verdad. Si yo sé que esta situación es lo mejor posible porque no hay otra y la acepto viendo que hay mucho por mejorar y hago lo que puedo... Estoy haciendo lo mismo pero con una actitud interna diferente.
?Yo sé que las pautas, las normas de este colegio o de esta empresa son estas; entonces tengo que aceptarlas y ver cómo me muevo dentro de ellas y actuar con libertad interior, eso no me lo quita nadie.? ?Que no esté de acuerdo con alguna de ellas no quiere decir que tenga la razón en todo.?
Tenemos que ubicarnos en el mundo (país, ciudad), en que estamos viviendo: tenemos no sólo las limitaciones personales, sino las del ambiente en el que nos movemos. No podemos ser tan originales que estemos fuera de onda, ni tampoco tan dependientes; las costumbres locales no me van a quitar mi libertad personal si yo sé aceptar, de acuerdo con mis valores, la libertad de los demás de expresarse y vivir según su cultura. Un poeta decía que ?la libertad es un estado del espíritu?. Hay valores que son los mismos en distintos lugares del mundo, pero se explicitan de diferentes maneras.
La libertad es una conquista; vamos camino hacia la libertad...
Valores de la autonomía: ¿Qué valores debemos vivir para llenar nuestra necesidad de autonomía?
La coherencia, o sea ser consecuente con mis principios y auténtico. La transparencia en mis actos y en lo que digo. La mentira está tan entrometida hoy día por todos lados... ¡Qué cosa tan difícil la transparencia! La autonomía me permite sentirme libre si puedo ser coherente, auténtico y transparente.
Cuando dependo de alguien y acepto de mala gana sus órdenes, pues no las he asumido, muchas veces no soy auténtico y eso me lleva a no actuar en forma transparente, sin contar adónde voy y lo que hago.
La autonomía es una actitud de responsabilidad, que me hace crecer en mi libertad.
El autónomo es libre para escuchar al otro y con lo que el otro dice y lo que él mismo piensa, toma las decisiones. El independiente no quiere escuchar a nadie. Y el dependiente necesita tener la aprobación de la otra persona, esto le da inseguridad. La autonomía en cambio me hace sentir seguro, al saber dónde estoy parado.
(Este texto es una trascripción de parte de una de sus charlas: los originales están en su página. Ho.S.A. / Hogares Sanos y Apacibles.org.ar). - Chú
24-08-2010 14:27hs
impecable desde la óptica de alguien que no cesa en la búsqueda de la libertad que describís, gracias por compartir tu ensayo "no jurídico" conmigo, disfruto de este tipo de lectura. Un abrazo - Flor Barcelona
12-08-2010 05:08hs
Una reflexió que hauríem de fer és que si som lliures de triar les coses a les quals ens lliguem .....?
Felicitat!! una abraçada Flor
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